Amigos del asfalto (y de la gravilla), hoy quiero aparcar por un momento los intercomunicadores Bluetooth, los sistemas de navegaciรณn GPS de รบltima generaciรณn y los puรฑos calefactables. Quiero invitarlos a un viaje, no por kilรณmetros, sino a travรฉs del tiempo: ๐ฎ ๐น๐ฎ๐ ๐ฑ๐ฒ́๐ฐ๐ฎ๐ฑ๐ฎ๐ ๐ฑ๐ฒ ๐น๐ผ๐ ๐ด๐ฌ ๐ ๐น๐ผ๐ ๐ต๐ฌ.
Si miras tu moto de viaje actual, verรกs una mรกquina de precisiรณn, una nave equipada para devorar kilรณmetros con la comodidad de un salรณn. Pero, ¿recordรกis cรณmo era la cosa hace 30 o 40 aรฑos?
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En aquellos aรฑos, la moto no era una extensiรณn digital; era una pieza de ingenierรญa pura, a menudo con lo justo. Nuestros "tableros" eran dos grandes relojes, el motor vibraba con una honestidad brutal que se sentรญa hasta en el alma, y la fiabilidad se medรญa en la calidad de la herramienta que llevabas en la bolsa, no en la garantรญa del concesionario.
๐ฉ๐ถ๐ฎ๐ท๐ฎ๐ฟ ๐ฒ๐ฟ๐ฎ, ๐น๐ถ๐๐ฒ๐ฟ๐ฎ๐น๐บ๐ฒ๐ป๐๐ฒ, ๐๐ป๐ฎ ๐ฎ๐๐ฒ๐ป๐๐๐ฟ๐ฎ.
๐๐น ๐๐ฟ๐๐ฒ ๐ฑ๐ฒ ๐น๐ฎ ๐ก๐ฎ๐๐ฒ๐ด๐ฎ๐ฐ๐ถ๐ผ́๐ป: ¿GPS? ¡Ja! Nuestro copiloto era el ๐บ๐ฎ๐ฝ๐ฎ ๐ฑ๐ฒ ๐ฐ๐ฎ๐ฟ๐ฟ๐ฒ๐๐ฒ๐ฟ๐ฎ๐ ๐ฑ๐ผ๐ฏ๐น๐ฎ๐ฑ๐ผ ๐ ๐ฟ๐ฒ๐ฑ๐ผ๐ฏ๐น๐ฎ๐ฑ๐ผ, siempre roto por los pliegues y manchado de grasa y cafรฉ. Parar en un cruce, desplegar el mapa contra el viento y discutir la ruta era un ritual sagrado. Perderse no era un error, sino una oportunidad para descubrir un pueblo perdido y el mejor menรบ del dรญa de la comarca.
๐๐ฎ ๐ ๐ฒ๐ฐ๐ฎ́๐ป๐ถ๐ฐ๐ฎ ๐ฑ๐ฒ ๐น๐ฎ ๐๐ผ๐ป๐ณ๐ถ๐ฎ๐ป๐๐ฎ: En aquellos tiempos, la moto no te avisaba de una baja presiรณn de neumรกticos; tรบ la notabas al tumbar, y parabas a hinchar con el compresor de pie. Un viaje largo incluรญa llevar bujรญas de repuesto, parches para la cรกmara y, por supuesto, saber usarlos. Si te dejaba tirado en medio de la nada, la soluciรณn no era llamar a una grรบa con cobertura VIP, ๐๐ถ๐ป๐ผ ๐ฐ๐ผ๐ป๐ณ๐ถ๐ฎ๐ฟ ๐ฒ๐ป ๐๐ ๐ถ๐ป๐ด๐ฒ๐ป๐ถ๐ผ ๐ ๐ฒ๐ป ๐น๐ฎ ๐ฏ๐ผ๐ป๐ฑ๐ฎ๐ฑ ๐ฑ๐ฒ๐น ๐ฐ๐ฎ๐บ๐ถ๐ผ๐ป๐ฒ๐ฟ๐ผ que se detuviera.
๐๐ฎ ๐๐๐ฟ๐ฒ๐๐ฎ ๐ฑ๐ฒ๐น ๐๐ฎ๐บ๐ถ๐ป๐ผ: Las carreteras... ¡Ay, las carreteras! Eran mรกs irregulares, menos transitadas y mucho mรกs exigentes. No habรญa arcenes de seguridad, y las curvas se negociaban con el respeto que merecรญan. Llevรกbamos menos equipaje y mรกs ganas. Las alforjas de cuero o lona, empapadas tras un aguacero, eran la prueba de honor de un autรฉntico viajero.
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Hoy lo tenemos mรกs fรกcil, y eso es maravilloso. Pero hay algo que se perdiรณ en la transiciรณn a la era digital: ๐น๐ฎ ๐๐ฒ๐ป๐๐ฎ๐ฐ๐ถ๐ผ́๐ป ๐ฝ๐๐ฟ๐ฎ ๐ฑ๐ฒ ๐น๐ผ๐ด๐ฟ๐ผ.
Cuando llegabas a tu destino, cansado, con el olor a gasolina, viento y polvo incrustado, la satisfacciรณn era inmensa. Habรญas conquistado el camino tรบ solo, con tu mรกquina simple y tu instinto. No habรญa filtros ni asistencias. El viaje era un diรกlogo directo entre el motero, la mรกquina y el camino.
Aunque hoy agradezco mi chaqueta con membrana Gore-Tex, a veces cierro los ojos y aรฑoro el sonido de aquella moto mรกs tosca, la textura pegajosa del asfalto recalentado y la รฉpica de un viaje que comenzaba en un punto y terminaba... donde el destino quisiera.
¿๐ฌ ๐๐́? ¿Recuerdas aquel olor a dos tiempos o el calor que irradiaba el motor de tu vieja tetra en una parada tรฉcnica? ¡๐๐๐ฒ́๐ป๐๐ฎ๐บ๐ฒ ๐๐ ๐ฎ๐๐ฒ๐ป๐๐๐ฟ๐ฎ ๐บ๐ฎ́๐ ๐ฒ́๐ฝ๐ถ๐ฐ๐ฎ ๐ฑ๐ฒ ๐น๐ฎ ๐๐ถ๐ฒ๐ท๐ฎ ๐ฒ๐๐ฐ๐๐ฒ๐น๐ฎ!

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