Siempre he pensado que las mejores rutas no aparecen en los mapas. Las carreteras secundarias son las que guardan los secretos, las historias, los paisajes que se quedan grabados en la memoria. No importa si el asfalto está gastado o si las curvas obligan a bajar una marcha: ahí, entre el ruido del motor y el viento en la visera, es donde uno se encuentra de verdad.
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| Rumbo a Pingüinos, 1998 |
Recuerdo mis primeros viajes a Pingüinos, allá por 1995. Aquel frío de enero, los dedos entumecidos, las hogueras encendidas en medio de la noche y miles de motos rugiendo en la distancia. Años y años volviendo a Valladolid, hasta 2014, compartiendo risas, chupitos de ron miel, historias contadas bajo la lluvia o entre copos de nieve. Era más que una concentración: era una cita con los amigos, con uno mismo y con ese espíritu que solo entiende quien ha pasado frío sobre dos ruedas por el simple placer de llegar.
Después vinieron los años de La Leyenda Continúa, y aunque el nombre cambió, la esencia siguió siendo la misma. Volver a ver las mismas caras —algunas más arrugadas, las motos más curtidas— y sentir que el tiempo no ha pasado cuando los motores se encienden a la vez… eso no tiene precio. Son momentos que no se compran ni se olvidan.
Y en todo esto, he aprendido algo que vale más que cualquier moto o cualquier ruta: la compañía lo es todo. No importa el destino si quien va a tu lado comparte tu ritmo, tus silencios, tus ganas de disfrutar. Esos compañeros de viaje que saben cuándo parar, cuándo acelerar, cuándo dejarte rodar solo un rato. Esos amigos que no hace falta ver todos los días, porque cada reencuentro es como si nunca te hubieras bajado de la moto.
Al final, las carreteras cambian, las motos se renuevan, los años pasan… pero hay algo que sigue intacto: la pasión por rodar y la hermandad que se crea sobre el asfalto. Porque la vida, igual que la carretera, no se trata de llegar rápido, sino de disfrutar cada curva, cada paisaje, cada compañía que hace el viaje más humano.
Quizá por eso seguimos saliendo, año tras año, a buscar esa sensación.
Porque mientras haya carreteras secundarias, habrá historias que contar.

